Sunday, December 19, 2010

VOLCAN CONE


En la década de los anos 50s, Volcán era un pequeño poblado situado a unos 40 kilómetros al sur este de San Isidro del General. Prácticamente incomunicado excepto por un pequeño campo de aterrizaje servido por AVE (Aerovías del Valle) que operaba con aviones Cessna 170 con base en San Isidro. Hoy día todavía existe la localidad de Volcán, pero ahora integrada por la inter americana sur.
En 1953 yo volaba con AVE y los pilotos vivíamos en San Isidro del General, tramo final de lo que en aquella época era la incipiente carretera inter americana sur, parte de la cual todavía estaba en lastre.
A veces en las mañanas despejadas oíamos sobre volar San Isidro a unos 3000 pies sobre el terreno a un pequeño avión PIPER TRIPACER, que después de efectuar varios virajes de 360 grados aterrizaba en San Isidro. Del avión descendía una figura familiar: Míster Maxwell Cone, dueño de una hacienda ganadera llamada Volcán Cone, al lado del pueblo de Volcán.
Míster Cone era muy particular, no recuerdo si era ciudadano estadounidense o canadiense. Alto y delgado, siempre vestía de “kaki”, botas y polainas de cuero, faja ancha y sombrero al estilo de los guarda bosques canadienses. Hablaba español con un acento muy marcado y siempre se presentaba con un saludo muy cordial.
Ya como piloto de LACSA tuve oportunidad de tratar personalmente a Míster Cone, pues efectuábamos un vuelo semanal para llevar carne desde su hacienda hasta Curazao.
El vuelo se iniciaba la tarde anterior en San José, en el aeropuerto de La Sabana. Había que esperar que el avión Curtis C-46 asignado para este vuelo completara la operación local de ese día. El avión se estacionaba en la parte sur de la rampa del aeropuerto, donde se le preparaba para el vuelo inicial  a Volcán Cone. Se removían todos los asientos y se cargaba con toda clase de pertrechos y mercadería destinada a la finca. Madera, sacos de cemento, concentrado para ganado y alimentos básicos, formaban parte de la carga abordo. Se ajustaba el combustible mínimo necesario para el vuelo hasta Volcán Cone y para la primera parte del vuelo del día siguiente entre Volcán Cone y el aeropuerto de Tocumen en Panamá.
Como a las 3:00 de la tarde, con las lluvias del invierno ya presentes en el Valle Central, despegábamos de la pista 25 en el aeropuerto de La Sabana, procedíamos hacia el oeste en ascenso para 7000 pies entre nubes intermitentes, para luego proseguir al sur por el paso hacia Parrita, luego seguíamos la costa hasta Punta Uvita, de ahí volábamos 30 grados por 6:00 minutos aproximadamente, por la derecha a 120 grados, que es la orientación del valle y empezábamos a descender, esperando ver algo del terreno que pudiéramos reconocer. Una vez fuera de las nubes, nos dirigíamos hacia el aeropuerto para aterrizar. Después del aterrizaje continuábamos hasta el puro final de la pista antes de hacer un viraje de 180 grados y quedar enfilados y listos para el despegue del día siguiente, sacándole provecho al máximo de longitud de la pista.
Ruta de La Sabana a Volcan Cone
De inmediato los peones se dedicaban a la tarea de descargar el avión y nosotros junto a Míster Cone, que nos había acompañado en el vuelo, nos dirigíamos a la casa de la hacienda.
Era una casa rustica y sencilla pero muy cómoda e impecablemente limpia. Tenía una amplia sala comedor y nos daban un dormitorio a cada uno de los dos pilotos. El resto de la tarde solíamos salir a caminar o disfrutar leyendo de una muy extensa biblioteca que mantenía míster Cone. Al anochecer servían una sencilla cena y al final, con un café, hacíamos tertulia con míster Cone, persona muy culta y agradable. Temprano nos íbamos a dormir porque nos esperaba una larga jornada al día siguiente.
En la hacienda, al otro lado de la pista de aterrizaje había un rastro, donde sacrificaban el ganado y alistaban la carne que íbamos a llevar a Curazao. Han pasado muchos años y todavía recuerdo como, antes de dormir, se escuchaba el mugir de los animales que parecían adivinar la eminencia de susacrificio.
En la cabina de carga del avión se instalaban unas “burras “de madera que daban soporte a unas reglas de las cuales amarraban y colgaban la carne fresca en “cuartos de res”. En los múltiples viajes tuvimos la suerte de no averiguar qué hubiera pasado con nuestra carga, si hubiéramos encontrado turbulencia moderada o severa.
Cuatro de la mañana. A levantarse y bañarse con agua “congelada”. Nos servían un suculento desayuno que yo generalmente rechazaba por lo temprano de la hora.  Al salir de la casa comprobé que la neblina cubría todo el aeropuerto y sus alrededores. Con costos se veía el avión. Con un foco hice el visual exterior y con una escalera improvisada de madera, me subí a las alas para comprobar el combustible y cantidad de aceite en los motores. Es una característica del Valle del General que,  por condiciones orográficas, amanece cubierto de neblina y nubosidad baja. Teníamos por delante un largo día y deberíamos despegar tan pronto mejorara ligeramente la visibilidad. De lo contrario se demoraría el despegue hasta que la neblina no se levantara después de la salida del sol a eso del 9:00 de la mañana. Generalmente, minutos antes de la salida del sol, se daba una ligera mejoría que teníamos que aprovechar.
El capitán y yo nos instalamos en la cabina de vuelo y efectuamos los chequeos previos al arranque de motores. Míster Cone se dirigió en su jeep hasta el extremo opuesto de la pista y nos prendía y apagaba las luces para que tuviéramos una idea de la visibilidad. Tan pronto pudimos ver las luces del jeeep, arrancamos los motores y nos preparamos para el despegue con las primeras luces del amanecer. Iniciamos la carrera del despegue, a veces pasando parches intermitentes de neblina. Corrimos en la pista hasta alcanzar 100 millas de velocidad indicada y ahí el capitán lo “jalaba”: de inmediato quedamos metidos en la neblina. Subimos el tren de aterrizaje y mantuvimos el rumbo de pista, luego por la izquierda al rumbo 120 grados para seguir la orientación del valle. A unos 4000 o 5000 pies salíamos sobre la niebla. Una extensa capa blanca cubría todo el valle, haciendo destacado contraste con el azul profundo de las montañas cercanas. Ya podíamos volver a respirar.
Nuestra ruta de vuelo sobre volaba la ciudad de David en Panamá y luego hacia el aeropuerto de Tocumen. Tiempo aproximado en ruta era de 1:30 horas. Dependiendo de la hora del despegue, íbamos llegando a Panamá aproximadamente a las 7:00 am. (8:00 am hora de Panamá)
Nos reabastecíamos de combustible, nos traían algo ligero de comer y en menos de una hora estábamos listos para partir rumbo a Curazao. La ruta nos llevaba sobre Barranquilla, Colombia. Pasábamos al lado de la Sierra Nevada de Santa Marta, al lado de Maracaibo en Venezuela y finalmente hacia nuestro destino, la isla de Curazao. El tiempo de vuelo era aproximadamente de 3:00 horas.
Una vez en Curazao se procedía a la descarga del avión y tenía que ser sometido a una limpieza total por las regulaciones del Departamento de Agricultura de Miami, nuestro próximo destino.
Nuestra llegada a Curazao coincidía casualmente con la presencia de un avión Super G Constellation de KLM que venía de Europa y se preparaba para regresar. Que belleza de avión, con su fuselaje alargado, triple cola y los tanques auxiliares en las puntas de las alas.  Posiblemente en su época y para mi gusto, el avión comercial de más bello diseño.
KLM Super G Constellation
airliners.net
                                                                                                          
Pero dejando sentimentalismos de lado, que mal me sentía con nuestro humilde C-46 parado ante semejante avión!
Me dirigí a la oficina de operaciones de KLM que nos hacían el despacho del vuelo de Curazao a Miami. Plan de vuelo, peso y balance, pronósticos de ruta y terminales, vientos y temperaturas. No estábamos acostumbrados a semejante información.
Estando en el despacho entro el Capitán de KLM. Un holandés de uniforme completo, saco, rayas, charreteras, quepis y parras. Yo estaba en mi camisa sport de manga corta y tres humildes rayas en las charreteras. Ni siquiera me determino.
Otra vez el destino. Aquel día ni él ni yo podríamos haber imaginado que, pasados algunos años, posiblemente el ya retirado, yo seria Capitán de un A320.
Continuamos hacia Miami. La ruta nos llevaba sobre Kingston, Jamaica, a través de Cuba y finalmente Miami en el extremo sur de la península de La Florida. Antes de llegar a Kingston, en la penumbra del anochecer, veíamos las luces de la ciudad y más adelante, en el horizonte, la luminosidad de los rayos y la tormenta sobre Cuba.
Pasamos sobre Jamaica y la tormenta era más visible. Constante rayería de nube a nube y de nube a tierra presagiaba lo que nos esperaba adelante. A 9000 pies y entre nube y nube, iluminada por los rayos, escogimos lo que nos pareció la parte menos activa de la tormenta. Empezó a llover y entramos en turbulencia moderada. La cabina se iluminaba con los rayos y la turbulencia era severa. El capitán volaba tratando de mantener la velocidad, rumbo y altura y yo le ayudaba controlando la potencia con los aceleradores. A la vez actuaba las palancas para el aire caliente de los carburadores. Al reducir la potencia para mantener la velocidad, se enfriaba el aceite e inmediatamente, actuando los controles correspondientes, cerré la ventilación de los radiadores de aceite. La temperatura de los cilindros bajaba gradualmente. Solo había una manera de controlarla: Bajar el tren de aterrizaje para mantener la velocidad y aumentar la potencia. A todo esto el agua fría de lluvia se filtraba por las ventanillas corredizas laterales y nos mojaba parcialmente. Después de lo que pareció una eternidad y súbitamente, salimos al otro lado. Habíamos pasado la tormenta. Estabilizamos el avión y recuperamos la configuración. Retractamos el tren de aterrizaje y los controles auxiliares volvieron a su posición normal. En el horizonte, al fin, las luces de Miami.
Aterrizamos a las 7:30pm hora de Miami. El tiempo de vuelo desde Curazao fue de 5:30 horas.Habían transcurrido14 horas desde el despegue de Volcán Cone.
Hicimos los trámites de inmigración y aduana. Llevamos el avión a la rampa de carga y nos dirigimos al Hotel. Puse la cabeza en la almohada y no me costó dormirme. Hacia 17:00 horas que me había levantado en Volcán Cone.
Ruta de Tocumen- Curazao-Miami-San Jose
Al día siguiente a las 5:00 am despegamos de Miami a San José, vía Gran Caimán. La parada en Gran Caimán era una parada técnica para reabastecernos de combustible.
Era una pista de lastre con un radio faro (ADF) de pésima reputación. La gasolina,que estaba en estañones, se abastecia al avión con una bomba de mano.
Continuamos el vuelo a San José al aeropuerto del Coco. Esperamos que descargaran el avión y trasladarlo al aeropuerto de La Sabana, para que se reintegrara al servicio local.
Finalmente pase a la Oficina de Programación de Vuelos: Que tengo para mañana?..........

2 comments:

  1. Demasiado buenos estos relatos!

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  2. Excelente narración,nací y crecí en San Isidro de El General y este relato me trasladó a mi infancia...Un tío vivió en esa epoca en Volcán...y muchos años después por labores profesionales conoci esta finca y me acordé de los relatos de los cortes de carne finos q se exportaban y de como en el matadero regalaba las vísceras...

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